jueves, 6 de junio de 2013

EL PADRE SIDNEY EN TEMUCO (1era parte)


No sé si solo es una idea mía y muy influenciada por el ambiente de aquel momento, pero siempre que escucho una charla de alguien que conoció al Padre Fundador, me da la impresión de que es él mismo quien está ahí hablándome; me da la impresión de que el padre José dejó una huella tan profunda en esas personas que él habla por medio de ellos.

Ese era el ambiente que se vivía la noche del viernes pasado luego de la Eucaristía junto a la “reliquia”, como él mismo se autodenominó con humor, el Padre Sidney Fones. Sus palabras no nos dejaron indiferentes y nos invitaron a vivir este camino al 2014 con sencillez, con fraternidad, con absoluta confianza y abandono en Dios. Nos recordó la invitación del Papa a ser una Iglesia peregrina, es decir, una Iglesia en movimiento, especialmente en este año de la Misión.

Por supuesto que no podía dejar de mencionar el regalo del pasado 22 de mayo: el Santuario original ya es nuestro. Cuando las conversaciones con los palottinos iban de mal en peor y la esperanza de que el Santuario fuera nuestro se alejaba cada vez más, cayó del Cielo esa gratuita bendición. “La Mater quiso enredar tanto las cosas para que nos diéramos cuenta de que era un milagro de Dios” dijo con certeza el padre Sidney. Pues claro, de lo contrario, hubiésemos pensado que todo era mérito nuestro como familia ¡pero no! Fue un regalo de Dios. “El papa dijo que los autorreferentes siempre terminan mal”.

Siguiendo en la línea de los regalos recibidos, el padre Sidney nos invitó a valorar al Papa Francisco I como un regalo para nuestro tiempo. Escuchar sus mensajes y seguirlos con lealtad: “ir a las periferias existenciales”. No olvidarnos de esa gente excluida y sufriente, mencionaba el Pontífice. Necesitamos de una renovación en la Iglesia, es urgente convertirnos en una Iglesia fraterna; una Iglesia pobre para los pobres; no queremos una Iglesia constantiniana, vinculada a un poder político o social, “basta el poder de Dios para que la Iglesia exista”. Y, por sobre todo, necesitamos ser una Iglesia peregrina, que se mueva, que no esté encerrada en sí misma, sino que conozca la realidad actual, los problemas de hoy en día, que salga al encuentro del otro.



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