miércoles, 12 de junio de 2013

EL PADRE SIDNEY EN TEMUCO (3era parte y final)


No podía cerrar su charla, sino hablando del centro de la Misión del 31 de Mayo: los vínculos.

El Padre Sidney Fones resaltó la importancia de “recobrar el vínculo con Dios y el vínculo con las personas”, pero no de forma pasiva ni romántica, sino saliendo al encuentro del otro una y otra vez, sin cesar, como lo dijo Aparecida, donde somos exhortados a ser una “Iglesia en Misión permanente”, y no olvidar que “yo nunca dejo de ser misionero”.

“Si quieren resumir Schoenstatt bastan dos palabras: libertad y vínculos”. Pero “¿cómo conciliar libertad y vínculos? El amor es una manera de vincularse. La libertad es para crear un vínculo y el vínculo sostiene la libertad” dice el padre Sidney para intentar explicar lo que es, en esencia, el corazón de la Misión del 31 de mayo.

Finalmente Fones nos recordó que “estamos tratando permanentemente de descubrir qué nos está diciendo Dios, no solo para escuchar, sino para responder” y ante eso pone como ejemplo -con mucha esperanza- que estamos en el tiempo correcto para hacer efectivo el tercer objetivo de Schoenstatt, la Confederación Apostólica Universal con una hermosa frase: “Ha llegado la hora de que las flores dejen de mirar el sol y se miren y digan ¡Qué bonita eres tú!”.

¡Conciencia de Misión, somos elegidos para una misión!


sábado, 8 de junio de 2013

EL PADRE SIDNEY FONES EN TEMUCO (3era parte y final)


“El Padre Fundador estaba siempre mirando, siempre atento al mundo” contó Fones con nostalgia. En una oportunidad el padre le llevó a una mesa en la que tenía muchos regalos y le dijo “Tome usted lo que quiera de aquí”. El padre Sidney sacó una sola cosa, y el fundador le reprochó por haber desaprovechado esa oportunidad llenando sus bolsillos con más regalos. “De la abundancia de los regalos de sus hijos, él regalaba”.

En esa misma oportunidad el padre tomó una gran barra de chocolate y se la entregó diciéndole, al ver la cara de Fones, “estos no son para usted”. Se los envió a la colonia puertorriqueña en Nueva York, en ese tiempo un grupo más discriminado y más abandonado que hoy en Estados Unidos. Con el pasar de los años, y estando en Schoenstatt, el padre Sidney contó esta misma historia en una homilía, y al finalizar la misa una señora borincana se le acercó y le dijo “padre, yo comí de ese chocolate que el fundador nos envió”. El Padre Kentenich estaba siempre mirando, siempre atento al mundo, y además se preocupaba de tejer una inmensa red de vínculos en la Familia como solo él sabía hacerlo, como un padre.

No solo eso recordó el padre Sidney como cualidades de nuestro Fundador. Particularmente lo recordaba como una persona capaz de dignificar hasta al más pequeño y desvalido de sus hijos. Narró con especial melancolía y emoción un momento en que el Padre José le regaló una entrevista breve, pero significativa cuando recién se había ordenado. Fones, nervioso conversó con él. Aunque reconoce que no recuerda nada de lo que hablaron, jamás se olvidará de cómo terminó ese episodio: una vez llegada la hora de despedirse el padre Sidney se puso de pie y se acercó para recibir la bendición del fundador. Aun no daba la vuelta al escritorio cuando vio al Padre José de rodillas esperando recibir la bendición de un joven, nervioso y recién ordenado Sidney Fones.


jueves, 6 de junio de 2013

EL PADRE SIDNEY EN TEMUCO (1era parte)


No sé si solo es una idea mía y muy influenciada por el ambiente de aquel momento, pero siempre que escucho una charla de alguien que conoció al Padre Fundador, me da la impresión de que es él mismo quien está ahí hablándome; me da la impresión de que el padre José dejó una huella tan profunda en esas personas que él habla por medio de ellos.

Ese era el ambiente que se vivía la noche del viernes pasado luego de la Eucaristía junto a la “reliquia”, como él mismo se autodenominó con humor, el Padre Sidney Fones. Sus palabras no nos dejaron indiferentes y nos invitaron a vivir este camino al 2014 con sencillez, con fraternidad, con absoluta confianza y abandono en Dios. Nos recordó la invitación del Papa a ser una Iglesia peregrina, es decir, una Iglesia en movimiento, especialmente en este año de la Misión.

Por supuesto que no podía dejar de mencionar el regalo del pasado 22 de mayo: el Santuario original ya es nuestro. Cuando las conversaciones con los palottinos iban de mal en peor y la esperanza de que el Santuario fuera nuestro se alejaba cada vez más, cayó del Cielo esa gratuita bendición. “La Mater quiso enredar tanto las cosas para que nos diéramos cuenta de que era un milagro de Dios” dijo con certeza el padre Sidney. Pues claro, de lo contrario, hubiésemos pensado que todo era mérito nuestro como familia ¡pero no! Fue un regalo de Dios. “El papa dijo que los autorreferentes siempre terminan mal”.

Siguiendo en la línea de los regalos recibidos, el padre Sidney nos invitó a valorar al Papa Francisco I como un regalo para nuestro tiempo. Escuchar sus mensajes y seguirlos con lealtad: “ir a las periferias existenciales”. No olvidarnos de esa gente excluida y sufriente, mencionaba el Pontífice. Necesitamos de una renovación en la Iglesia, es urgente convertirnos en una Iglesia fraterna; una Iglesia pobre para los pobres; no queremos una Iglesia constantiniana, vinculada a un poder político o social, “basta el poder de Dios para que la Iglesia exista”. Y, por sobre todo, necesitamos ser una Iglesia peregrina, que se mueva, que no esté encerrada en sí misma, sino que conozca la realidad actual, los problemas de hoy en día, que salga al encuentro del otro.